El desembarco de Morerías
Javier Fernández de Molina deslumbra en el COnvento de Badajoz


Un reportaje de Corredores de Ideas.



La experiencia Ferrospectiva / Náufragos / Ferro Swing en la que se mostraba de maneras diversas la obra escultórica de César David, había conseguido que a lo largo de septiembre el Espacio COnvento fuera, por unos días, algo más que un magnífico lugar para encuentros de coworking. 

El 09/10/2015 la antigua Corrala de Joaquín Costa volvió a abrir sus puertas a las artes plásticas.

Javier Fernández de Molina presentaba OLOR A COLOR. JFdM desembarcó en la Puerta de Palmas con toda la armada emeritense, la que esconde como un tesoro en la calle Morerías, donde cuida de su cuartel creativo, de su santuario de óleos y bastidores, y la que disfruta de su persona en los buenos ratos.

(1) El Espacio COnvento se transmutó en el Ecosistema Molina. Un soberbio hábitat orbitando sobre bases figurativas, pero recreando un entorno de sensaciones oníricas detrás de las veladuras a las que nos tiene acostumbrados y sobre las que descubrimos recuerdos de la Ciudad Blanca en el Rossio necesario, de gatos que cuentan las horas del pintor badajocense, y de poesía y música, eternas compañeras en su obra y, a buen seguro, en su vida.

Y el Río. Claro. Javier Fernández de Molina (Badajoz, 1956) se crió junto al Guadiana. Y cuando se trasladó a Mérida no lo quiso perder de vista. Morerías está a un paso del río, del Guadiana, claro.

Su propuesta para el Espacio COnvento es el papel y el cristal. Si conoces esta singular casa entenderás la importancia de los reflejos y las sombras. De ahí su decisión y su intención. Integrar su obra en el espacio. Y tan integrada está que buena parte de ella permanecerá para siempre en el COnvento.

Con delicadeza japonesa ha convertido las paredes que asoman al estanque en un homenaje a la ciudad, al puente, al río, a las murallas. Un gran mural que permanecerá para siempre engalanando el recinto y que nos recordará su paso durante unas semanas del mes de octubre del año dos mil (y) quince. 

(2) Pero la noche del día noveno de ese mes la armada emeritense, y la badajocense, y la segedana y la de las Vegas Bajas, donde JFdM tiene el otro cuartel y un algo de la cacereña y ese pedacito de Lisboa que nos trajo Javier, hicieron posible que la calle Joaquín Costa, en otros tiempos lugar de mercadeo, de supervivencia y de olor a café, se transformara en rua de muchos más olores, de olor a color, de colores por todos los rincones escondidos del COnvento

Por allí te podías encontrar a los compañeros de la Escuela de Artes de Mérida, en la que el pintor ejerce su docencia, y a sus alumnos, claro. Y a sus amigos que arribaron a las costas de la corrala a echarle una mano para que no faltara de

Y a nombres de la cosa plástica como José Luis Hinchado, César David, Luis Costillo, Jesús Pizarro, los hermanos Manuel y Ramón Castuera, Juan Villalobos o Lorenzo Vinagre, y a gente de la música y del teatro como Gecko Turner o los Tristancho, o Rades o la mezzo Pilar Díez y el deejay del Chat Noir

Por allí te podías encontrar también a firmas de estudios de arquitectura de toda la comunidad, y con quienes el artista y el propio Espacio COnvento mantienen fuertes vínculos vitales y familiares. 

A Antonio Franco y por supuesto al gran Juan Villa recién llegado de Rávena, la capital europea del mosaico, y preparando las maletas para volver a escudriñar sus teselas. Una de las sorpresas de la noche. 

No faltaron las grandes damas de la societé badajocense y algunos apellidos imprescindibles del Infanta que dieron lustre y más color a la noche conventual, ni tampoco de la política regional, de los que están en voz activa y de los ya en voz retirada. 

Y no faltaron, por supuesto, Jaime y Carolina, piezas capitales del gastrobar y que tuvieron que mutar en auténticos brazos de mar para atender de las buenas maneras que ellos lo hacen a todos los que por allí pasaron. 

Ha sido sin duda el acontecimiento social de la temporada. Y resulta reconfortante que la causa de tal algarabía fuera una exposición de pintura, de alta pintura, y no otra cosa. 

Javier portaba para la ocasión el broche del Camarón de Oro que hace unos años le otorgaron por su amor al flamenco y a la gitanería. 

Al fondo, en silencio, siempre presente la mirada ordenadora de doña Pura Castaño, la madre del artista y luz en la sombra de sus días y sus obras. 



P.D. Fernández de Molina ya nos tiene habituados a que en sus pinturas haya música. Mucha música. En la noche del día noveno su amigo Gecko Turner se marcó un desenchufado y entonó unas coplillas bajo el fuego imaginario de la gran chimenea que preside el área expositiva. Para algunos la noche terminó en el Chat Noir, pocas manzanas más arriba de la Puerta de Palmas. Esperamos que vuelvan pronto nuevas exposiciones y nuevas propuestas al Espacio COnvento, y que arriben a su puerto nuevos desembarcos con náufragos ávidos de cultura y pasión. Y que no se pierda el rito que apenas acaba de empezar y que se ilumine el claustro que un día fue patio de corrala y en el que se acunaban sueños de color café y olores a garbanzos recién cocidos. Con su mijita de chorizo y carne del mercado de la Plaza Chica


[El reportaje]



[La Galería]




[El músico, las palomas y el convento]

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Oeste. Octubre. Diez. 2015