Collage y presentación de Corredores de Ideas.



En 1922 en Tetuán se fundó un equipo de fútbol. Por aquellos entonces la ciudad blanca pertenecía al protectorado español, y por ello el equipo llegó a jugar en la liga española durante la temporada 1951/52. El Mogreb Atlético de Tetuán todavía guarda cierta herencia hispana. Sus dos peñas de hinchas más populares llevan los nombres de Los Matadores, inspirados como en origen lo hizo el equipo en el español Frente Atlético, y la Peña Siempre Paloma, en alusión al sobrenombre de ciudad, la paloma blanca.

Lorenzo López Lumeras ofrece en su fotografía seleccionada para los Premios Ciudad de Badajoz, una instantánea que evoca la vida cotidiana tetuaní. Una pintada en un rincón de la ciudad recuerda a Los Matadores. Así, como suena. No se ve en la fotografía, pero nos imaginamos a los niños jugando a la pelota frente a esa fachada tan colorista. No te quepa duda.

Muy cerca de Tetuán, en el pasillo de enfrente, Vicente Novillo nos deslumbra con una fantástica fotografía en la que quiere homenajear a Edward Hopper y sus retratos de la soledad compartida. Cuenta que se topó con la imagen y con la luz de estío de sopetón. En la torre más alta de Badajoz.

Detrás de las calles estrechas donde trasiegan Los Matadores, Tete Alejandre nos muestra Europa. Una estación de Berlín. Sobrecoge, por su frialdad aparente, el juego de líneas y de luces y sombras. Gente que va, gente que viene y que llega pero que en el fondo parecen pequeños seres inertes esperando a no se sabe qué.

En un rincón, como escondida, la silla más famosa de los últimos tiempos en Badajoz. La del culo de mal asiento que pudimos ver en el Colegio de Arquitectos o admirar en el COnvento de Joaquín Costa 16, una de las obras más pizpiretas de César David y sus hierros. Apenas se la ve por su extraña ubicación en la sala, pero sin duda le otorga lustre a esta exposición en la que hay un poco de todo y un mucho de piezas agolpadas, como discutiendo entre ellas, como peleándose. El museo de la ciudad se antoja pequeño para estos menesteres.

Esa noche el alcalde expresó su deseo de que la próxima vez se pueda usar, por fin, la Iglesia de Santa Catalina. Está justo enfrente. En la misma plaza en la que todavía juegan los niños al fútbol como lo hacen los adolescentes de Tetuán, sin prisas y sin portero. Y ojalá que así sea. Ese espacio nos dejó atónitos una Noche en Blanco cuando, por fin, la pudimos pisar y admirar, y no hizo falta mirar por la rendija a través de la cual se veían las cajas de cervezas y las sillas apiladas de alguna terraza de algún bar cercano. Ya dejó de ser almacén para convertirse en uno de los espacios más sorprendentes de la ciudad.

Y así, con el cercano eco de un chaval del barrio en cante flamenco en la otra punta de la plaza, por donde salen los coches del parking escondido, y con unos y con otros, pasó la velada de inauguración. Y pasó como suele ocurrir: que si el cabreo porque no he ganado, que si el rebote porque las bases no estaban claras, que si vámonos a las Casas Consistoriales que quiero sentirme en la Plaza Alta, que cuánto tiempo hace que no nos vemos y que en una noche de lunes las casas colorás parece que esperan el fin de semana, y el rebullicio y las cámaras de fotos para inmortalizar el encanto de este lugar tan sublime que entre todos hemos rescatado del tiempo y de la desidia.

Y en la placita de al lado, la de San José, la bodega de las cubas de vino, la de toda la vida, nos espera, como casi siempre cuando nos sentimos en la ciudad. Enfrente, el convento al que nos llevaba el cura a comprar hostias, cuando niños monaguillos. Cerca, muy cerca, casi a la vuelta de la esquina, estaba el mesón de los otros toneles donde hace muchos años Basilio Martín Patino conversó con los últimos del oficio de ajusticiar en Badajoz y los hizo película prohibida. ¿Recuerdas? Antonio López y Vicente Copete fueron queridísimos verdugos. Los matadores.

P.D. De los ganadores, ya si eso, hablaremos otro día. Como decía el ingenioso irlandés que murió en París, en estos eventos hay tanta gente que no se pueden ver los cuadros, o lo que es peor, hay tantos cuadros que no se puede ver la gente.



Oeste. Noviembre. Diecisiete. 2015.


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