By Atlántika Corps



Un disco para dejarse morir en paz. Doom. Destino. Fatalidad. Fatum. Fado. Perdición.

Frente a las noches eternas de los jóvenes universitarios tan alegres estos y aquellas, existe una Coimbra que gusta de la oscuridad, del abandono, de lo atávico y de lo telúrico.

Frente al frenesí estudiantil, Carma reivindica a la otra Conímbriga, la del fado, la fatalidad y la perdición y las noches oscuras del alma entre la niebla de la necrópolis abandonada.

En el último tramo de 2015 la banda publica su disco de presentación. Los entendidos lo afilian y encuadran en las claves del Doom Metal con toques de paisajes sonoros heladores. Fuere como fuere, este trabajo homónimo desprende una emoción bestial, supura coronas de espina y de romanticismo y solemnidad pocas veces vista y escuchada.

Carma es un disco que transita por la devastación a ritmo de cortejo funeral, un disco que habla de los sueños, de la nostalgia, de la muerte. Todo en él es un canto ritual a la rabia y al arrebato contenido, con una cadencia de pompas fúnebres demoledora, a paso lento, al compás de un ejército que conduce una gigantesca catapulta para derribar las murallas de la ciudad enemiga, la de la indiferencia.

El disco contiene seis temas de largo recorrido donde los desarrollos instrumentales arañan protagonismo a las voces guturales e inquietantes de Nekruss, su bajista y cantante, que junto a Igniferum, baterista, y Aeminus (con posibles resonancias a la antigua Aeminium romana, solar de la actual Coimbra) a la guitarra,  conforman este proyecto tan soberbio, que tiene en Everto Signum los mismos elementos grupales pero con su cara más Black Metal.

En Lamento, el quinto de los tracks, no dudan en revisitar Peer Gynt la popular suite que el compositor romántico Edvard Grieg escribió sobre los textos del también noruego Ibsen, y de la que se conocen recreaciones y apuestas de grupos y artistas como Apocalyptica, Rainbow, Rick Wakeman o el gran Fritz Lang en su Vampiro de Düsseldorf.

Carma es, en fin, una banda sonora de espíritu teatral, casi cinematográfico, casi operístico, casi de máscaras neogóticas, de las de antiguos grabados de cementerios europeos. Es una apoteosis crepuscular. Un disco gélido, arrastrado, amargo, depresivo, de atmósferas sobrecargadas, tremendista, tremendo.

Carma es el disco del último suspiro. Para dejarse morir en paz. O no.

Un disco fascinante. Soberbio.

Puedes escucharlo completo (y comprarlo)  en Atlántika Corps.

Collage sobre fotografías de Daniel Sampaio


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Oeste. Febrero. Siete. 2016.