La Caverna de Platón
Ratitos cacereños de vida contemporánea


By Corredores de Ideas



La cita era en la Avenida de Alemania. A la altura del número 43. En un local en desuso. Junto a una guardería. Pared con pared, para más señas.

La presentación de Michel Hubert se hizo bajo los portales del inmueble. En plena calle. Pareciera por un momento que Michel ejercía de presidente de la comunidad de vecinos de ese inmueble y que se nos había convocado, con su correspondiente orden del día, a la asamblea ordinaria de la comunidad. Váyase, señor presidente.

Detrás de nosotros, una pared pintada de negro riguroso y una pequeña puerta de acceso.

Michel no nos habló del saldo y de los ingresos de la comunidad, ni nos recordó los gastos habidos y por haber en la reparación de los ascensores.

Michel nos habló de Platón. Y nos invitó a entrar en su caverna, en su mito y en su metáfora del conocimiento mientras una moto cruzaba la avenida rugiendo y chuleando de motor como queriendo apagar la voz de nuestro guía.

Y claro que entramos. (Con)fundidos en negro. Alguien pensaba en la guardería de al lado y en los juegos infantiles y en el pasaje del terror. Otros álguienes pensaban que accedían a la asamblea secreta de cierta secta, de incierta logia.

Nada más lejos de la realidad.

Ideada por Francis Gutiérrez y realizada por el propio artista junto con Javier Flores y Paco Lara-Barranco, y con textos de Hubert y Juan Ignacio Iglesias, La Caverna de Platón ha sido una de las experiencias más estimulantes llevadas a cabo en los últimos meses en la ciudad que por un momento dejó de ser Cáceres el Viejo para mudarse en pasaje de urbanidad contemporánea.

Y todo ello a pesar del tontaina de la moto y del bebé que nos dio la serenata. ¡Esos padres!

Dentro de la caverna se adivinaban sombras, luces blancas, paredes de papel negro, caminos estrechos e inciertos (como los de la logia) que recorrer y tropezar con el otro y retratos de la tierra que nos ha tocado pisar y en la que “estamos condenados a vivir”.

Lo que allí dentro pasó no te lo vamos a contar. Las antiguas ceremonias de los viejos oráculos y los ritos iniciáticos son para vivirlos. Y allí dentro se respiraba cierto aire de fraternidad al estilo arcano, órfico.

Impregnados de las ideas y bajo los focos de las linternas de los smartphones salimos de la cueva. El Portero-Caronte nos ofrecía amablemente un ticket de consumición para un refrigerio. En la calle llovía de manera insistente. Y, a buen seguro, bajaba el espíritu de Platón entre esa nube de agua para posarse en nuestras cabezas, como el sagrado espíritu pagano, y resguardarnos de la lluvia, sacarnos del laberinto. Somos tan previsibles y poco prevenidos que ninguno llevaba paraguas.

P.D. Ahora que lo dices, los momentos estroboscópicos de Javier Flores nos han hecho recordar y caer en la cuenta de que aún tenemos pendiente el Burning Vostell al que asistimos el pasado septiembre. ¡Ya nos vale!

[La galería fotográfica]



[El vídeo]




Oeste. Noviembre. Trece. 2016.


Extracto del texto crítico de Michel Hubert Lépicouché
¿Qué mueve a tres artistas contemporáneos a revisitar el platonismo mediante la recreación del más famoso de sus mitos? Digamos algo, no por obvio menos importante, para empezar: el mito de la caverna de Platón condensa de un modo vigorosamente plástico la esencia del pensamiento platónico. Los grandes temas de su obra son sucintamente expuestos en él: el problema del conocimiento, la cuestión de la realidad y las apariencias, el verdadero sentido de la existencia humana. He aquí, pues, una primera y evidente conexión.

Pero hay mucho más, y de muy hondo calado, en la caverna de Platón: pese a que todo lo esbozado proponga ya una materia prima de indudable atractivo, el mito de la caverna conecta con uno de los más poderosos arquetipos del inconsciente colectivo del ser humano. La “caverna” como representación de la psique humana arrastra en torno a sí una constelación de símbolos que puede ser rastreada por doquier en las culturas humanas, desde la interpretación ortodoxa freudiana de la cueva como representación genital femenina, hasta la cueva como “morada interior” de Teresa de Jesús y los místicos cristianos. El poder de fascinación que las cuevas, grutas y cavernas han ejercido sobre nuestra especie tiene quizás su más patente expresión en las cuevas prehistóricas, verdaderos santuarios, espacios sagrados donde, a través de la creación plástica, el artista-chamán establecía contacto, tal vez, con los aspectos mágicos y numinosos de la realidad.

La Acción Artística que Francis Gutiérrez, Paco Lara y Javier Flores nos proponen es, desde ese punto de vista, un recorrido atemporal y sintético hacia el interior de las múltiples cavernas de nuestro imaginario cultural, un verdadero ejercicio de espeleología psíquica que, a través del poder de los símbolos, nos permita comprender y –tal vez– deshacer los nudos gordianos de nuestra identidad colectiva.