By Cantarrana



Pues sí. Ya hemos perdido la cuenta. En el Acueducto de los Milagros, en el Parque de los enamorados, en La Tahona, en el Albergue, vuelta al Acueducto, en la Trajano, en San Albín, vuelta al Albergue, en Cáceres...y si hubiera sido necesario, en el fin del mundo.

Son ya tantos conciertos que los hemos tenido cerca que ya no sabemos contar.

El pasado catorce de julio volvieron al Albergue y por una buena causa. Una causa musical. Abrían las puertas del Stone and Music Festival. Y el postre era Scorpions.

Pero llegábamos dispuestos a disfrutar del primer plato.

La verdad es que nos provocan sarpullidos esos terragueriles de campos de fútbol convertidos en espacios para conciertos. O esos recintos hípicos, para qué nos vamos a engañar. Son daños colaterales si quieres disfrutar de grandes conciertos y escenarios mastodónticos.

Ya estuvimos de albergue cuando Iron Maiden o cuando Extremoduro o cuando el Rockmano, con ellos mismos, e incluso cuentan que también Deep Purple pasó por allí, pero no se terció, mireusté.

Conviene aclarar cuanto antes que nada de terragueril. El pasado catorce de julio el suelo que pisábamos era un agradable tapiz de verde hierba, unas carpas decoradas para las barras, unas gradas laterales bastante cómodas y un espacio ameno para sillones y luces acogedoras. Parece que poco a poco vamos acabando con las porterías al fondo y los vestuarios medio rotos a un lado o justo detrás del córner.

Y desde el córner seguimos buena parte del concierto de Bucéfalo. Por gusto, por metáfora, no por necesidad. Ellos siempre están al acecho de la mejor jugada. Y así llevan apenas treinta años. Ya hace tiempo que forman parte de nuestra emoción, de nuestra memoria. Y desde el córner los queremos. Still Loving you, que diría el otro.

Y delante, siempre delante, alegoría de esa emoción, Carlos Masegosa, un tipo delgaducho comiéndose el escenario con su coleta sempiterna. Ya no blande tanto la baqueta amenazadora en la mano derecha, como si de un Poseidón lusitano provocando con su tridente manantiales caóticos se tratara.

Así le conocimos. En ¿1978? En Cáceres, en lo que llamaban el campo de fútbol de las minas. En Aldea Moret. Aquello ni era campo, ni era bueno para la práctica deportiva, y él ya no es Carlos Masegosa. Hace muchos años que es el nuestro Carlinos.



Con la gente de Medina Azahara tenemos sensaciones encontradas. Esperábamos lo obvio, lo más conocido, su emotivo paseo por la mezquita. No trabajamos mucho su obra, la verdad. No seguimos muy de cerca su trayectoria. Nos quedamos en la mezquita. Disculpas por adelantado. Aún así ofrecieron un intenso concierto. Nos sorprendió, y nos amenizó ese rato del atardecer emeritense tan insoportablemente caluroso, el juego de piruetas del teclista con su instrumento adosado a la cintura. A alguien le recordó a otros algo más folklóricos que, al parecer, también usan ese sistema. Otros alguienes, un poco más poéticos, evocaron la imagen de Alien, el Octavo pasajero, como el ser que el artista-creador hace nacer de su cuerpo y que es una extremidad más, un miembro más de su familia. Y en esas cuitas andábamos cuando comenzaron a salir de los altavoces ecos que recordábamos, y mucho.

Hemos de suponer que Medina Azahara cuenta ya con un ingente repertorio de músicas propias que permanecerán en las memorias internas de sus seguidores.

Pero en el fondo recordaremos su concierto por el recorrido que hicieron de Triana o de Los Módulos, no por sus propias canciones. Nunca entenderemos esa deriva musical. Que Los Módulos fueron en su tiempo una de las propuestas europeas más deslumbrantes, nadie lo duda. Que lo que hizo Triana ya forma parte de la historia, nadie tampoco lo duda.

Pero en el cartel aparecía Medina Azahara.

Y sigues a los cordobeses en Youtube, y todavía hay quien piensa que esos temas que tantas reproducciones tienen en el canal son suyos, y de vez en cuando alguien se lo tiene que explicar para que caigan de la burra. Ah, vale, es que no conocí a Los Módulos ni sabía que ese tema era suyo.

No hay más comentarios.



Pero de Scorpions sí que hay más comentarios. Muchos más. Y claro que tocaron el Still Loving you, cómo no.

Y claro que el montaje fue monumental, propio de un escenario descomunal. Y claro que el sonido fue bestial. Y claro que las proyecciones fueron efectistas y que hicieron disfrutar a los asistentes. No podíamos esperar vídeo arte, ni que no hubiera ni huella de la moda del posterizar. Cuando uno va a escuchar y ver a Scorpions, sabe a lo qué va.

Y claro que se disfrutó de las baladas de los alemanes, tan de los alemanes.

Y que también fue bestial el homenaje que le dedicaron al fallecido Lemmy Kilmister.

Y que Mikkey Dee, el que fuera batería de Motörhead, ya es miembro permanente de Scorpions.

Y que la actuación que se marcó el batería sueco fue tremenda. Eso sí que fue bestial.

Sólo por haber asistido en directo al concierto completo que ofreció este sueco grandullón mereció la pena haber viajado desde Cáceres para volver, una vez más, al Albergue Municipal de Mérida.



Abandonamos el recinto bien entrada la noche. A lo lejos veíamos fuego. Luego nos enteramos que llegaba de cerca, de la sierra. La hilera de luces camino de la ciudad y de las autovías dibujaban una serpiente multicolor. Algunos, para amenizar la espera y la larga fila de coches, montaron su pequeño campamento playero.

Y dejamos Mérida recordando lo a gusto que estuvimos, lo bien organizado que estuvo todo, el buen sonido que reinó durante la tarde-noche, el buen rollito que impregnó la velada, lo europeos que nos hemos vuelto olvidando las porterías y los vestuarios desvencijados y el tremendo calor que pasamos a la vera del río. Pero de eso no tienen la culpa los montadores, ni los del sonido, ni los de la barra, claro. De eso todos somos los responsables. Vete tú a saber qué estamos haciendo con nuestro pequeño mundo.




By Cantarrana. Oeste. Agosto. Siete. 2017.


• • • Especial Bucéfalo

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