Un reportaje de Cantarrana



[01]
Dieciséis de junio de 2017. Mi coche es un auténtico zarrio. Vamos camino de Campanario. Yo voy de prestado. El señor de los quesos lleva su mega coche. Bastante mejor que el mío, sin duda.

Yo manipulaba el pen drive cambiando de música. Iba de copiloto.

Nos habían citado en La Serena. No teníamos muy claro para qué. Nos habían dicho que íbamos a asistir a un acontecimiento singular.

Cuando uno va con el señor de los quesos, con Fromages, como le llamamos, las conversaciones acaban girando al tema lácteo. Obviamente.

Fromages tiene empresa en Malpartida y en Viseu. Los dos lugares están íntimamente unidos y enlazados por una línea mágica allá en los cielos.

De Malpartida, del Lavadero de Lanas de los Barruecos, salía la Ruta de la Lana. El camino que atravesaba Arroyo, Brozas, Alcántara y su puente, Idanha, Alpedrinha, Fundâo, y ascendía a la Serra da Estrela, a Covilhâ, ciudad en la que también encontramos el museo de los Lanificios, la continuación del misterio de los Barruecos, y llegaba a Viseu, y allí cuentan que se bifurcaba hasta seguir a Compostela.

Y ese camino que empezamos en Malpartida, lo llamamos también la Vía da Estrela, el Camino de Herodes, porque avanza siguiendo la senda de la Vía Láctea. Y llega a Viseu, la segunda casa de su negocio.

Y por eso la empresa de Fromages se bautiza y se anuncia con la imagen evocadora de la Vía Láctea. Ya sabes, el sector lácteo y la propia vía.

Y por eso yo iba cambiando las músicas del pen drive.

[02]
Ya hace muchos años que conocimos la Estela del Casar. La que dicen y cuentan los amantes de los misterios que representa a un astronauta antiguo. Hoy puedes ver esa estela en un rincón del Museo de Cáceres. Pasa algo desapercibida, quizás. Pero es fantástica. Tiene algo diferente. Un poder de atracción que sólo algunas figuras poseen.

Fue nuestro primer astronauta.



Luego pasaron los años y las aventuras y los deseos. Y las conspiraciones.

Y nos contaron un día que en la Sierra Centinela, a los pies de Santa Lucía del Trampal, a veces quedan, en silencio, en secreto, casi, un grupo de iniciados. Dicen que es un lugar de poder. Y que hay noches en los que dicen ver cómo se acerca una nave interestelar. Y descansa sobre el triple ábside de Santa Lucía. Flotando en el aire. Suspendido e ingrávido.

No se atreven a dar su nombre, pero cuentan que el visitante responde al sobrenombre de Scud Hero. Nosotros nunca lo hemos visto. Lo sabemos de oídas.



Pero el 16 de junio fue diferente. Fuimos invitados al encuentro. Y nos habían dicho que íbamos a poder saludar al visitante, al cosmonauta llegado de la Vía Láctea, a bordo de su nave interplanetaria. De su Scud Airlines.

No muy lejos de la ermita de Campanario, de Piedraescrita, uno descubre un paraje que parece recién salido de otros mundos. Los anocheceres en Arrocampo son sobrecogedores. El paisaje te conduce a los sueños de planetas rojos y desiertos y despoblados. Y allí nos encontramos con los Cigüeños de Campanario y la gente de Foto Objetivo de Villanueva. Iban cargados con sus cámaras, preparados para un festín visual. Para una noche inolvidable.

Y claro que apareció. Con su traje de luces y su escafandra de cristal. Y su cayado que cuentan que heredó del abuelo. Y apareció el robot.

Y por fin pudimos verlo en directo. Junto a un pequeño grupo de iniciados. En su paisaje lunar. Como en casa. Ahora bien, no me pidas que te cuente lo que allí aconteció.

Eso quedará para nosotros. Los encuentros interestelares no se cuentan. Se viven. Se transmiten a través de códigos mistéricos y binarios. Se comunican de manera telepática.

Volvimos para Cáceres. Apenas cruzamos palabra durante el viaje. Apenas música en el pen drive. Silencio.

En el fondo mirábamos al horizonte a la espera de que el cielo se tiñera de rojo y aparecieran más visitantes a bordo de sus lujosas naves.





[Landin of the weird]



[El aterrizaje en la radio]




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Oeste. Octubre. Veinticuatro. 2017