Un reportaje de Cantarrana



[01]
Dicen que existe una semana al año en la que se vive un periodo de permisividad, de cierto descontrol. De enmascararse y perder la vergüenza.

Cuentan que ese espíritu no es nuevo. Que tiene un origen pagano, como casi todo en esta vida. Y que detrás de sus principios estaban las fiestas dedicadas al dios Baco, a las Saturnales que tenían lugar en el Templo de Saturno, en el Foro Romano.

Pero incluso hay quien dice que ya antes, muchos años antes, en los antiguos reinos de Sumeria y de Egipto celebraban ya los días del desvarío y de los deslenguados.

Luego llegó el cristianismo. Y la fiesta tuvo un gran auge, sin embargo. Y se le llamó Carnaval, porque con él ya nos despedíamos de comer carne y de llevar, por unos días, la vida licenciosa y el jolgorio. Ya vendría la Cuaresma.

Música para perder la vergüenza.



[02]
Música para huir de lo políticamente correcto. Así que no te asustes de las palabras malsonantes. De los improperios.

Hace tiempo, una noche que nos avisaba de esos días de Carnaval, un grupo numeroso de crestas, de esos deslenguados, algunos rastas, muchos underground, algún punkarra histórico suelto, algún que otro rapero militante, quedaron en algún lugar de cierta ciudad no muy lejana a esta emisora. En una nave desvencijada.

Habían llegado de Trujillo, de Badajoz, de Montijo, de Moraleja, de Almendralejo, de Plasencia y del norte. Y algunos fieles llevaban sus máscaras, eso sí, de corte algo siniestro, algo gore.

Allí no había turutas, ni comparsas, ni chirigotas. Ni coreografías. Pero sí había muchas ganas de baile. Y fue una verbena de Ska. De saltos a lo pogo. De brincos al ritmo de las trompetas.



[03]
A principios de los años 50 del pasado siglo, en una pequeña isla, en Jamaica, dicen que aparecieron estos sonidos. Nunca un territorio tan pequeño ha dado tanta y tan buena música, y hasta géneros que se han exportado al mundo entero.

En los años 70 los punkis abrazaron el nuevo género. Y se llenaron de alegría y divertimento y de trompetas.

Y si no que se lo digan a The Clash y su London Calling del 79.

O que se lo digan a Payasos Dopados.



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Y como estábamos en una nave, fuera de la ciudad, y nadie escuchaba los ruidos ni veía los saltos, nadie llamó a las fuerzas de seguridad.

Y claro que sonaron los Madness, los Kortatu o los Ska-p.



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Pero también sonaron los de Zafra, La Movida Turca, con ese gran disco que se marcaron en 2008, Pa que tú lo bailes, o el Conóceme de Yesca, ese proyecto que vio la luz en las aulas universitarias de Salamanca, pero que había nacido y crecido en las calles de Piornal.

Y claro que sonaron los Payasos Dopados, ese viaje de movimiento continuo que empezó en Argentina, llegó al Alentejo, a Évora, cruzó el Guadiana y un día llegó a Badajoz, y a veces ensayan en las Vegas Bajas, donde Luis Carlos Gámez, nuestro batería de referencia.

Y también sonaron Los Increíbles Alfalfadores con su bolsa de grandes éxitos. Ese invento maravilloso que en 2009 crearon unos cuantos fanáticos de la música para crear un proyecto en el que se juntaban en escena como diez personas.



[06]
Ese mismo año sacan su maqueta Skalabraos, también en Cáceres, de los que alguno de los miembros también lo era de los Alfalfadores. En su nombre de bautismo llevan la definición de su género. De 2005, en Montijo, los Tomate Topo publican su Ska Tv y su crítica social.



[07]
Y por supuesto, para uno de los momentos más álgidos de esa verbena no hicieron falta trompetas. Ya que sonaban los A Palo Seko con su Jodiendo la Marrana del 92. Eso sí que era punk bolinga. De saltos a lo pogo. De verbena encrestada.



Así que, sí claro que existe el jolgorio. Así que Carpe Diem. Que ya llegarán los días grises de la Cuaresma.


[La vergüenza en la radio]




[Música para perder la vergûenza]



Oeste. Febrero. Seis. 2018