Festival de Alcántara [2015]. La Crónica Parcial

Fotografías originales de Corredores de Ideas + Imágenes promocionales del festival.



Domingo tarde. Nueve de agosto. ¿Falta mucho para llegar a Alcántara? Qué largo se me está haciendo el camino. ¿Falta mucho?

Esta noche en el San Benito están los locos de Ron Lalá. En un lugar del Quijote. Casi dos horas de fantasía, de imaginación colectiva. De humor, de música y de teatro, mucho teatro, mucha música y mucho humor.

El festival clausura su trigésima primera edición con una puesta en escena de lujo.

Por momentos nos trasladan a las genialidades de Les Luthiers, al surrealismo trepidante de La Vida de Brian y sus inolvidables gansás, a la chulería de una chirigota gaditana. Ron Lalá es eso y mucho más.

Llevan ya casi veinte años practicando fantásticos ejercicios de mestizaje escénico. Tan pronto cantan, tan pronto declaman versos endiablados como que al momento se convierten en saltimbanquis o maestros de ceremonias de alguna comparsa carnavalera. No es la primera vez que visitan Alcántara, y esperemos que no sea la última. Tener a los Ronlalás en el cartel del San Benito es como reencontrarte con un viejo amigo. Un auténtico placer.

El miércoles anterior se abrió el conventual para dar inicio a una nueva edición. La hermosa Jarifa. Una novela morisca entrañable, juguetona, que tira además del Romancero para embaucarnos y encantarnos con una historia de nazaríes y cristianos que hace las delicias del técnico de luces, porque le permite crear una admirable sinfonía de colores y sombras que embellecen aún más, si es que eso es posible, el espacio escénico renacentista.

Los jóvenes actores que aparecen en las series de televisión ayudan a crear público. Pero en Jarifa es un extremeño, un actor de palabras mayores, el que sorprende.

Antonio Gil, de patria barcarroteña, de 1965, ya hace años que rompió las fronteras y se puso a las órdenes de Lecoq en París y del grandísimo Peter Brooks en Londres. Y hoy le encontramos en Alcántara, puro linaje teatral europeo. No le esperábamos. No sabíamos que formaba parte del reparto de esta aventura escénica.

Su presencia engalana a la Jarifa y al festival, y hace que el arranque de estos 31 años despliegue y extienda una imaginaria alfombra roja para recibirnos camino del también imaginario photocall. San Benito, nuestros padres, representados por la pregonera, la señora Marcelina (105 años pisando este huerto donde hoy ocupamos butacas y gradas) y el noble arte del teatro así se lo merecen.

Entremedias pasaron jueves, viernes y sábado. No pudimos estar. Fueron noches dedicadas a la mística de Ávila. Nos cuentan que El Brujo, como era de esperar, puso el cartel de sold out en las verjas del recinto, que Juan Mayorga sigue sorprendiendo con cada nuevo texto, y que a Moliére deberíamos tenerlo hasta en la sopa, porque nos iría mejor en la vida.

Entremedias también anduvo por aquí la gente de Fundâo. Gente amiga. Nuno Pino Custódio vuelve a Alcántara para explorar el universo del Arte de la Comedia.

Y Maese Lope cabalgó a lomos de su carro un año más. Y van ya…

Y en la Plaza de la Corredera, que hoy se ha convertido en un aparcamiento, sigue resplandeciendo, a pesar de los turismos en doble fila, la fachada imponente del Palacio de los Roco, y a veces, al caer la noche, dicen que se ve la sombra del Capitán de Lanzas atravesando las ventanas desnudas de palacio. Y siguen contando, y no paran, que hay noches que se escuchan los lamentos del viejo capitán recordando el antiguo esplendor de su casa, de su estirpe.

A Alcántara hay que ir por obligada y sentida devoción, porque allí está el agua de la vida y el teatro de los sueños. 

Domingo noche virando a madrugada y tirando a diez de agosto. ¿Ya hemos llegado a Cáceres? Qué corta se me ha hecho la vuelta. En un lugar de Alcántara nos dejamos su mijita de Ron.


Nota del editor
No olvides que esta crónica nació para ser parcial, es decir, nada imparcial. La otra, la verdadera Crónica de Alcántara, la escribió un tal Francisco de Rades y Andrada allá por el año del señor de 1572, y lo hizo sin ni siquiera pisar San Benito. 

Nosotros, al menos, llevamos 31 años caminando hasta su fantástica galería renacentista cada vez que llega el mes de agosto. Aunque sólo sea para una función o dos, hay que viajar cada verano al Tajo.







Oeste. Agosto. 2015