Un reportaje de Cantarrana



[01]
Seis músicos de este lado del Oeste se encontraron en Plasencia un día de 2013. Uno de ellos lo propuso y otro los buscó. Al que lo propuso le daba igual la edad que tuvieran sus compañeros, que fueran o no de conservatorio, le traía al fresco el color de la piel o el sexo.

Lo único que pedía era que tuvieran ganas y talento, pero, sobre todo, que fueran majos.

Los músicos tienen nombre. Roberto Iniesta, Carlos Pérez, David Lerman, Alberto Fuentes, Lorenzo González y Álvaro Rodríguez, Uno canta y toca la guitarra, otro le da al violín, el tercero al bajo y al saxo, el cuarto a la batería, a las voces el quinto y a los teclados y el acordeón el sexto.

Juntos comenzaron a construir un nido. Pero no te fíes, el pajarito para el que edificaron esa casita de los árboles o de los campos tiene la inquietante costumbre de empalar a sus víctimas para despedazarlos.

Y fue así que decidieron cimentar el disco del año y de muchos meses más.

El 9 de junio de 2015 los hijos del alcaudón publicaron Lo que aletea en nuestras cabezas. Y nos dejaron boquiabiertos. Con el pie cambiado. Un poco antes aquel que lo propuso ya pisó por primera vez la arena del Teatro Romano de Mérida. Fue el 7 de septiembre de 2014. Y fue para recibir el mayor galardón que gobierna nuestro agradecimiento eterno.



[02]
Los del alcaudón siguieron a lo suyo. Y el 18 de noviembre de 2016 publicaron el segundo capítulo de su deliciosa novela musical. Destrozares, canciones para el final de los tiempos.

Y volvieron los textos poéticos, ingeniosos, algo canallas, claro, desgarrados, como sólo lo pueden hacer los enamorados, las evocaciones oníricas, los recuerdos del amor ausente y, por qué no decirlo, embadurnados de cierto pesimismo.

Y todo ello fantásticamente arropado por violines, acordeones, pianos, clarinetes y arabescos aflamencados y tintes folk.

Los críticos musicales dicen que este Destrozares pudiera ser una galería de pinturas negras, un golpe en la mesa. Todo con sabor agridulce.

Pero en el fondo, para nosotros, en realidad, lo que ha dibujado Roberto Iniesta es la leyenda del Caballo de Troya.

Roberto Iniesta ha llenado estadios y recintos hípicos con su proyecto matriz. Ha inventado la no promoción. El boca a oreja. Y ha creado una cohorte de fieles que asisten a sus conciertos como si de una ceremonia mística se tratara.

Y ahora son seis músicos de los nuestros. Reclutados en nuestras casas, en nuestras trincheras, en nuestros escenarios. Para darle un puñetazo en el hocico a más de uno. Porque ahora cuando pueblan los conciertos de Castilla, de Levante, de Aragón, de Andalucía o de Bilbao lo que están viendo es un proyecto ciento por ciento extremeño. Y alguno se tendrá que tragar sus palabras cuando observe atónito cómo a su ciudad, al escenario de su teatro, ha llegado un gran caballo construido en marfil, y piense que lo traen de alguna capital del imperio. Y no, de su panza no bajan guerreros de la Grecia continental ataviados con cascos tracios. Del caballo bajan seis músicos que llegan de Plasencia, de Cáceres o de Almendralejo y sus armas son guitarras y acordeones. Y así los adorarán. Y los conquistarán.



[03]
Y todo esto viene a cuento porque Extremadura celebró su día de la pequeña patria el pasado 8 de septiembre en el Teatro Romano de Mérida. Las entradas llevaban tiempo agotadas. Tres mil personas ocupaban sus asientos y sus gradas para asistir a una ceremonia de tintes épicos por la belleza desgarrada que allí se desplegó. Tres mil personas y tres mil gargantas que fueron una.

Ellos se presentaron sentados como príncipes en el senado romano. El sonido, superlativo. Era el Festival Stone & Music. El mismo que nos regaló la noche de Bucéfalo y Scorpions pocas semanas antes.

Y allí nos encontramos con Carpio, con Corbacho, con Jero, con Antonio, con Coro. A Diego no le vimos. Pero sabíamos que andaba por allá. A él no hace falta verle. Pero está. Su presencia se palpa, es imprescindible. De la misma forma que muchos saben que nosotros estamos aunque no nos vean. Es, simplemente, una forma de vida. Simplemente. Aunque nosotros no somos imprescindibles.

Mérida ya hace años que creó una fantástica escuela de técnicos de producción y organización que ha exportado a media geografía europea. Y todo nació de una cosa que llamaron Jammin.

Y el Stone & Music ha sabido rescatarlos y aportar un valor añadido incalculable. Y por allí andaban muchos de ellos. Y a todos los abrazamos. Porque la noche iba de abrazos. Porque celebrábamos el final de los tiempos que está a punto de llegar. Por si no nos vemos más, Carpio, David, Jero, amigo.

Pero mientras tanto nos perderemos en el silencio misterioso de un maravilloso concierto de rock repleto de violines y pianos. Y de poesía sobre las piedras milenarias de Emérita.

Por si acaso no nos queda más remedio que renunciar al mundo, tal como se está descomponiendo todo lo que nos rodea más allá del Paralelo 38.

Y recordaremos que una de nuestras últimas oraciones se la dirigimos a la vida durante un concierto de Robe, en el Teatro Romano, el día de nuestra pequeña patria de 2017, para cuando nada quede de ella. Para cuando se rompan y se hagan añicos las olas de nuestra memoria colectiva.



[04]
Ama, ama, ama y ensancha el alma. El 27 de mayo de 2011, La Isla de Viernes, programa, por entonces, de Canal Extremadura Televisión, homenajeó a Extremoduro. En el clip aparecen las voces de Carlinos Masegosa, de Lorenzo antes de Robe, de Vito Íñiguez y los sonidos del gran Borja Duque, de Juan Flores Chino, de Alfredo Barroso, el batería de The Wish, la armónica de Gene y muchos más.

Y por esas casualidades de la vida, hete aquí que quien en ese 2011, en esa Isla de Viernes, en ese Canal Extremadura Televisión, propuso esta locura de homenajear a Extremoduro implicando a lo mejor de cada casa de nuestra música, fue David Corbacho. El mismo David al que abrazamos en el backstage del Teatro Romano el día de nuestra pequeña geografía.

Por si no nos vemos más, amigo. Por si tenemos que renunciar al mundo.



[P.D.]
Y después del concierto, una vuelta por los bares. Nos esperaba Isidro y Chelo y Leandro, claro. Y también nos encontramos con Ana, y echamos un rato con ella, y con Fraguel y con Candy y con Borja, y le sacamos a la calle para contarle una historia. Una historia que algún día llegará a este Correo del Oeste.

[El reportaje]



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Oeste. Septiembre. Veintiséis. 2017