Juan Mariné
Por amor al cine, por amor a la luz


Un reportaje de Corredores de Ideas sobre imágenes de ARMHEX.



Camino de París apareció una patrulla de senegaleses. Y me detuvo.

Él no es de aquí. No es del Oeste. Pero por pasión de vida ya sí es de los nuestros.

Juan Mariné es un superviviente de los campos de concentración.

Pasó por la guerra, por los milicianos, por el cine colectivizado de la CNT. Y llegó a la cámara y ahí se quedó. En amor eterno y compaña fiel.

Cuando ha pasado por Extremadura ya cuenta con 97 años, pero comenzó en eso del celuloide, en eso de la luz, cuanto tenía 14 años. De casualidad.

Estar con él, escuchar, sentir en primera persona a un Premio Nacional de Cinematografía, pero de los clásicos, a la memoria viva del convulso siglo XX, es un ejercicio de amor al cine, a la pasión, a la historia, a los recuerdos nítidos, a no caer en los errores del pasado, a nutrir el alma de grandes pantallas, en blanco y negro y en color. Porque él fue el primero.

De su boca y de su cámara han salido Durruti, Líster, el frente, la ilusión de un joven eterno, los rojos, los masones y hasta Orson Welles. Y por supuesto su Aurora de Esperanza, la película de la que fue operador de cámara en pleno 1937, cuando las heridas, y por la que ha estado estos días en Mérida, sumándose a la iniciativa sobre las huellas de la Memoria Histórica en Extremadura que se ha celebrado en algunos núcleos de la región.

Ahora, Mariné pasa el día restaurando viejas películas, como el que restaura los cuadros florentinos del Renacimiento, con cariño, con mucho mimo. Ha inventado máquinas para hacerle ese trabajo más llevadero.

Y se acerca todas las mañanas a la oficina, que no es oficina, es Academia o es Filmoteca, en la que él muestra su ciencia a los que quieren seguir su senda, a los que como él buscan la luz y el cine.

Sus ojos delatan la pasión con la que te lo cuenta.

+INFO: Abriendo fosas, cerrando heridas

[El reportaje]




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Oeste. Febrero. Uno. 2017